No encuentro las palabras que expresen la desazón y la angustia con las que hube de atravesar este día. Parece que, en ocasiones, te sumergieras en otro tiempo, en un tiempo que yo no conozco y que tú supones debiera comprender. El de ayer fue un amanecer violento, y hoy me siento inmersa en una noche infinita, donde la única certeza es que no puedo dejarte ir. Hemos esperado demasiado y queda tan poco, no es momento de renunciar.
domingo, 21 de marzo de 2010
sábado, 20 de marzo de 2010
Me pregunto, ¿habrás sufrido alguna vez un amanecer tan drástico como al que ahora mismo me enfrento? No sé en qué pacto, desde qué lugar le ha sido concebido todo el poder al frio. Pues para mí solo se hace visible la forma en que hoy se ha desencadenado la rabia contra mi desprotegida entrega. En tus escritos le restas toda importancia al clima y con eso anulas mis palabras. Hoy amanece como si no amaneciera pues el cielo está completamente manchado, agrietado. No sé con qué palabras describir este cielo. Una manada de animales con hambre me grita “déjalo ir”.
lunes, 15 de marzo de 2010
Anoche compartimos la casa. Yo dormía en un sillón y él en mi cama. Al fin había logrado concebir el sueño, cuando de pronto escuché unos gritos que me desgarraron. Era una voz ahogada, atrapada, dolorosa. Sin integrarme del todo, me levante y corrí donde él dormía. Se movía de un lado a otro, temblaba, y apenas salía su voz, acaricie su rostro y le dije, qué pasa? El gato, el gato esta sobre mí (me dijo entre sueños)
Yo todavía siento el terror de esa imagen.
Yo todavía siento el terror de esa imagen.
sábado, 6 de marzo de 2010
viernes, 5 de marzo de 2010
lunes, 1 de marzo de 2010
miércoles, 24 de febrero de 2010
Atravieso la casa a una gran velocidad y, en ocasiones, me golpeo contra las paredes. No hay dolor. Me he golpeado demasiadas veces en súbitas caídas y en accidentes inevitables. Lo que me descompone en no poder dejar de hacerlo, como en un afán irremediable por multiplicar las heridas, aun cuando estas empiezan a cicatrizar.
domingo, 21 de febrero de 2010
Él y yo pasamos este tiempo comprometidos en un ritmo que no merece ningún reproche. Las horas transcurren burlando una soledad que se asoma a ratos. Yo analizo el día y vigilo el paso de la noche. Pero, ¿por qué la noche se vuelve a veces tan violenta?. Quiero dejar de abrumarme con argumentos que no tienen ningún sentido. Me veo vigilada por mí misma, las preguntas que me hago solo duplican esa vigilancia. No hay nada en qué pensar, solo sentir. Sentir.
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